Nuestro objetivo es producir un vino que satisfaga las más altas exigencias. Somos conscientes que un buen vino se produce en la viña, por ello, mimamos nuestras cepas durante todo el año, dedicándoles mucho tiempo y trabajo manual. Desde la poda en enero hasta la vendimia en septiembre, cada una de las 148.000 cepas es tratada a mano al menos siete veces, incluyendo la vendimia.
El arte de crear un buen vino está en respetar la individualidad y el carácter de la uva tanto en la viña como en la bodega. Es fundamental que la uva llegue hasta el depósito de acero inoxidable intacta, sin sufrir daños. Esto evita que el proceso de oxidación empiece demasiado pronto y merme la calidad.
Para lograr que la uva permanezca intacta, vendimiamos a mano y colocamos las uvas en cajas pequeñas. En seguida, viajan hacia la bodega, situada en medio de nuestras viñas. Una vez allí, las uvas son seleccionadas una vez más a mano, para asegurar que se vinifiquen solo las uvas sanas, sin desperfectos. Tras el despalillado, las uvas se enfrían a entre 8 y 14ºC y se introducen directamente a los depósitos de acero inoxidable, sin haber sido prensadas. Así, se consigue que el zumo apenas esté expuesto a la luz y el aire, un factor imprescindible para lograr un buen vino.
En nuestra bodega, situada en medio de las viñas, empleamos las tecnologías más actuales para la vinificación y el almacenamiento de los vinos. Las uvas se fermentan en frío en grandes depósitos de acero inoxidable que permiten un control exacto de la temperatura de fermentación. El mosto de las uvas seleccionadas especialmente para nuestro Gran Verán se fermenta no en depósitos de acero, sino directamente en barricas de roble de 500 litros. La maduración de los tintos se realiza en barricas de roble francés entre 12 y 18 meses. Una vez en botella, necesita otros cuatro o seis meses, momento en el que empieza a ser perfecto para la venta y el consumo.